En los últimos años apareció “en la cartelera” de las novedades la vitamina D.
Obviamente siempre existió, formó parte de la batería de vitaminas que nuestro organismo necesita, pero hace relativamente poco que se incorporó a los dosajes que se realizan como parte de un chequeo clínico.
Como parte de una evaluación integral, los especialistas en salud mental trabajamos con los médicos clínicos para que el diagnóstico sea certero y tengamos todas las herramientas posibles para un mejor tratamiento.
La vitamina D, así como todas las demás vitaminas, son esenciales para el funcionamiento del cuerpo humano, pero recién en los últimos años se ha comenzado a estudiar si efectivamente tiene incidencia en patologías varias, particularmente en las patologías mentales.
Es una vitamina que solamente puede producirse cuando estamos en contacto con la luz solar y tiene efectos neuroprotectores en el sistema nervioso central.
Diversos estudios han demostrado también que la vitamina D está vinculada al desarrollo cerebral y promueve lo que es el crecimiento y la diferenciación celular.
En la actualidad los estudios hacen incapié en la incidencia de la vitamina D en todo lo relativo al sistema inmunológico, pero realmente es adecuado tenerla en cuenta para todos los diagnósticos y tratamientos.
Exposición solar y producción de vitamina D
Aún está en discusión el asunto de la necesidad o no de suministrar suplementos de vitamina D, además de la necesaria exposición a la luz solar para que el propio organismo la produzca.
Lógicamente toda carencia trae alguna afectación. Lo que más conocemos de la vitamina D es que tiene estrecha relación con la fijación del calcio en los huesos, en los dientes y todo el sistema músculo-esquelético.
Como la cantidad de vitamina D se vincula directamente a la exposición solar, hay diferencias entre el invierno y el verano y también entre regiones en donde el clima tiene mayor influencia en la salud de las personas, justamente por diferencias como ésta.
Cuando hablamos de exposición solar no nos referimos a mucho tiempo. En zonas cálidas, de abundante sol, simplemente con ir caminando hasta el trabajo o dar una caminata ya es suficiente.
Además, no es necesario que expongamos mucha superficie de la piel, sino simplemente los brazos o las piernas, por un período corto y evitando las horas “pico” (horas en las que los rayos UV inciden con más fuerza, variando entre una región y otra).
Carencia de vitamina D y depresión
Si hablamos específicamente de enfermedades mentales debemos decir que esta vitamina interviene mucho en la síntesis de serotonina, por eso se la relaciona con la depresión.
La serotonina es un neurotransmisor y la falta de ella podría ser causal directa de depresión justamente por carencia, entonces se prescriben antidepresivos que regulen la serotonina.
La teoría más aceptada entre los especialistas en salud mental es que la carencia de vitamina D dificultaría el normal proceso de los neurotransmisores, por ende sería la causa y/o la consecuencia de la depresión.
Diferencia entre tomar sol y andar al aire libre
Es importante que sepamos distinguir que “tomar sol” como para que se mantenga en niveles apropiados la vitamina D no es lo mismo que “andar al aire libre”.
Salir a caminar, respirar aire puro, son muy buenos hábitos que mantendrán en buenas condiciones el aparato cardiovascular y el respiratorio…
Pero si esas caminatas las hacemos muy temprano a la mañana o por la noche, necesariamente deberemos agregar un tiempo de exposición (aunque sea parcial) al sol.
Necesitamos del sol para fabricar la vitamina D que nuestro organismo requiere.
Interrogantes científicos
Hay una enorme variedad de estudios y análisis científicos respecto a la relación entre la carencia de vitamina D y las enfermedades mentales. Incluso varios de estos estudios se contradicen.
Un punto que aún está en discusión es si la falta o disminución de la vitamina D sería causa o consecuencia de la depresión. ¿La depresión aparece porque falta la vitamina, o disminuye la cantidad de vitamina porque hay un cuadro depresivo?
Entonces surgen los siguientes interrogantes: si agregamos vitamina D ¿mejora el cuadro general del paciente que padece una enfermedad mental?
O si me ocupo de mantener en un nivel óptimo las cantidades de vitamina D ¿evitaría tener depresión o por lo menos disminuiría el riesgo, en caso de tener predisposición a padecer esta enfermedad?.
Los estudios al respecto son contradictorios, pero sí se ha podido demostrar que niveles bajos de vitamina D han generado síntomas ansiosos y depresivos.
Sin duda es un tema que seguirá en estudio, en poblaciones más grandes, con todo el rigor científico necesario para despejar dudas respecto a cómo impacta la vitamina D en el sistema nervioso y también en el sistema inmunológico.
Por el momento sabemos claramente que es una vitamina necesaria para que se realicen adecuadamente algunos procesos importantes del organismo.
Pero aún falta verificar si la vitamina D como suplemento evitaría, o sería preventiva, para enfermedades mentales.
Dra. Evangelina Melgar, Especialista en Psiquiatría, Servicio de Bienestar Mental, Sanatorio Adventista del Plata
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