Desde hace unos años, la sigla “TDAH” empezó a ser cada vez más conocida.
Seguramente todos nosotros ya sea por el noticiero, por los maestros en la escuela o quizás nuestros propios hijos hemos oído un poco sobre el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
Definición del TDAH
Pero ¿qué significa específicamente esto? El TDAH es un trastorno que inicia en la niñez, que afecta al 5% de la población infantil.
Puede ser que, en un primer momento, nos genere incomodidad o miedo la idea de atribuir un “trastorno” a un niño o niña, puesto que es un término que está asociado a patologías severas y es más común utilizarlo en adultos.
Pero, lo cierto es que este término sólo nos indica que existe un conjunto de síntomas significativos que al presentarse juntos provocan alguna dificultad en la funcionalidad o adaptación de la persona a la que se le atribuye.
De allí en más, dependerá de las características particulares de cada caso el poder determinar cuánto y de qué manera afecta.
TDAH – Principales características
Lo que se puede observar es que dentro de este cuadro hay tres características comunes, que pueden aparecer las tres juntas o faltar una de ellas.
Estas son la inatención, la impulsividad y la hiperactividad. Ahora bien, cada una de ellas, es un abanico de posibilidades.
Inatención
Dentro de la inatención puede aparecer una dificultad para prestar atención o mantenerla en determinadas tareas, dificultad para seguir instrucciones, o terminar las actividades que se inician.
Problemas en la organización de tareas y actividades, desgano y evitación para iniciar tareas que requieren esfuerzo mental, perdidas de objetos, distracciones, olvidos.
Impulsividad
En cuanto a la impulsividad, se puede observar en la impaciencia, en las respuestas anticipadas y poco reflexivas y en la dificultad para esperar, interrupciones en las conversaciones.
(y aunque esto puede confundirse con la ansiedad, para hacer un diagnóstico de TDAH es importante hacer una buena evaluación que las diferencie).
Hiperactividad
Por último, la hiperactividad se demuestra en inquietudes motoras, imposibilidad de permanecer sentado, correr o jugar en lugares donde no es pertinente hacerlo.
Incapacidad para jugar o realizar actividades recreativas, hablar excesivamente.
Hasta aquí puede empezar a observarse un factor diferencial del TDAH de otros trastornos de la niñez:
Al irrumpir en la esfera social, por el desajuste que provoca, suele aparejar problemas de adaptación a espacios de pares (escuela, clubes, familia, amigos).
Esto que también puede correlacionarse con dificultades emocionales como frustración, ansiedad, oposición, angustia.
Causas del TDHA
Aún se desconoce con precisión cuál es el origen de esta, pero sí se ha observado un fuerte componente genético y se han determinado algunos componentes del medio psicosocial que podrían afectar:
Alcohol, tabaco, sustancias tóxicas o estrés durante el embarazo; parto dificultoso e índice de Apgar bajo y conflictos familiares.
En la actualidad, hay varias discusiones respecto de este trastorno, tanto de diagnóstico como de tratamiento.
Estas diferencias en el enfoque y el abordaje pueden volverse muy positivas.
Si se piensa que hace plausible la posibilidad de que cada familia pueda insertarse en el tratamiento que mejor se acomode a sus necesidades.
Tratamiento del TDAH
Lo mejor que podemos hacer en estos casos, es recurrir a uno de los instrumentos más humanos que tenemos al alcance: la empatía.
Comprender el cuadro, asimilar que son conductas que exceden a la voluntad, acompañar el proceso del niño o niña y dejarse acompañar como familia.
Por eso, si ves estas conductas en algún niño o adolescente, no dudes en recurrir a una consulta psiquiátrica o psicológica para realizar una evaluación pertinente.
El diagnóstico tardío está relacionado a otras problemáticas en la adolescencia, por lo que el tratamiento a tiempo hace a un buen pronóstico.
Al ser un trastorno que principalmente se observa en niños, aunque también aparece en adolescentes con menor prevalencia, es importante un abordaje en conjunto.
No sólo del niño, sino también de todos los miembros del grupo familiar, para poder construir lazos que construyan un lugar seguro y de aceptación.
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