Cuando pienso en internet, me acuerdo del hobbie de mi suegro. Él es profesor jubilado y vive en una ciudad a la vera del mar, en el municipio catarinense de Palhoça, Brasil. Siempre que puede, agarra su húmero (red de pescar) y la canoa y pasa horas pescando. existe una técnica para lograr que un húmero se abra en el aire en un círculo perfecto y caiga sobre el agua adecuadamente, a fin de sorprender a los peces que están pasando por debajo de la red. En este caso, el hecho de que el pescador tenga la red en las manos y domine las técnicas de pesca hace que él tenga el control. Los peces, aparentemente libres en el agua, por no ser “expertos” lo suficiente y son prácticamente capaces de ver el hilo de nylon transparente de la red, terminan siendo atrapados y dominados por ella.
¿Eres el pez o el pescador? ¿Controlas o eres controlado? ¿Cómo lidias con la facilidad de obtener contenidos y la libertad ofrecida por el internet? Acuérdate que, una vez controlado por la red (pescado) y levantado hacia la superficie, el pez termina muriendo asfixiado. Lo peor es que hay mucha gente muriendo asfixiada por no controlar sus incursiones en aguas virtuales.
Debemos mantener siempre el foco y buscar un equilibro que sea útil, que edifique y tenga sentido, conforme el psicoanalista Viktor Frankl orienta: “Vivimos en una sociedad de superabundancia; esa superabundancia no es solamente de bienes materiales, sino también de informaciones, una explosión de información. Cada vez más libros y revistas se apilan sobre nuestros escritorios. Vivimos bajo una inundación de estímulos sensoriales, no solamente sexuales. Si el ser humano quisiera sobrevivir antes tal inundación de estímulos proporcionados por los medios de comunicación de masas, necesita saber lo que es y lo que no es importante, lo que es y lo que no es esencial, en una palabra, lo que tiene sentido y lo que no.” (La presencia ignorada de Dios, p.70)
En una reseña del libro La Generación Superficial (título en portugués: ”A geraçao superficial”), de Nicholas Carr, publicada en el diario El País, el periodista y escritor Mario Vargas Llosa escribió: “acostumbrados a picotear informaciones en sus computadoras, sin necesidad de hacer esfuerzos prolongados de concentración, [los alumnos] han perdido el hábito y la facultad de [leer libros], y han sido condicionados a contentarse con ese revoloteo cognitivo al que se los acostumbra en internet, con sus infinitas conexiones, saltos y complementos, de modo que están quedando de cierta forma vacunados contra todo tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado abandono en aquello que se lee, y que es la única manera de leer, disfrutando, la grande literatura.”
Necesitamos meditar más. Disfrutar lo que leemos. Tomarnos un tiempo en pensamientos profundos. Nuestra salud mental depende de esto. Conforme lo que dice el salmista: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.” (Salmos 46:10) No podemos perder la capacidad de inquietarnos, reflexionar y orar.
Por eso hace bien, de vez en cuando, desconectarnos. El apóstol Pablo nos da un consejo al punto sobre cómo escoger los contenidos mediáticos: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8)
Michelson Borges, Editor de la revista Vida y Saude
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