De pequeña siempre deseaba que mi papá dejara de fumar, leía artículos sobre las enfermedades que traía el uso del cigarrillo y le compartía la información para ver si se asustaba y dejaba de fumar. Pero no sucedió así. Siempre seguía fumando y prometía que “mañana” no fumaría más.
Cuando ya tenía unos 20 años recuerdo lo cansada y desilusionada que me sentía. Él tenía muchas actitudes de cosas que me habían cansado y nunca había cumplido su promesa del “mañana”. Ya me había cansado de luchar y me había resignado.
Hay una frase que nunca me gustó. «Hay cosas que nunca van a cambiar». Siempre sentí cierto rechazo hacia esas palabras por más que tuvieran cierta verdad.
Sin embargo, uno de esos días de resignación, caminaba por la calle y pensé en cosas que me preocupaban sobre mi papá y, de repente, me encontré a mí misma creyendo «hay cosas que nunca van a cambiar» sobre mi papá. Y sentí tristeza.
En el MISMO MOMENTO que tuve ese pensamiento me llegó un mensaje al celular que decía literalmente lo siguiente:
«Tú dices: Hay cosas que nunca van a cambiar.
Dios dice: Yo hago nuevas todas las cosas (Apocalipsis. 21:5)»
En ese momento supe cuán cercano es Dios, entendí que él me conoce hasta en mis más íntimos pensamientos, pero también conocí que siempre hay esperanza.
Hoy ya pasaron algunos años de aquel episodio y con certeza puedo decir que mi papá ha experimentado muchos cambios por los cuales estoy sumamente agradecida.
No fueron inmediatos, no fueron fáciles, no fueron sin esfuerzos, pero han sido posibles y eso es lo importante. Y el camino a seguir mejorando continúa. De eso se trata la esperanza.
Definiendo la Esperanza
Podríamos definir la esperanza de manera similar a como la Biblia describe la fe en la carta a los Hebreos: “es la certeza de lo que se espera”.
Esta espera no se limita solo al ámbito religioso, sino que también se relaciona con cualquier estado de ánimo que anhela algo y cree que es alcanzable.
Puede ser que algunos tengan la esperanza de obtener un trabajo, otros la esperanza de tener su propia casa o formar una familia, otros desean graduarse y otros esperan curarse de alguna enfermedad, entre muchos otros deseos.
La lista de esperanzas podría seguir. Lo que podemos decir es que todos podemos sentir esperanza aún en los peores momentos y la necesitamos.
Se trata de una virtud que es esencial para el ser humano. Aún cuando nos parece que ya no hay más nada para hacer, aún en esos momentos hay esperanza. Es lo que nos mueve, nos motiva y nos dar fuerzas para seguir adelante a pesar de todo.
En la práctica
Como capellana veo a menudo cómo la esperanza sigue presente aún en las peores circunstancias de vida.
Veo pacientes a diario que reciben malas noticias, personas a quienes se les dice que ya no hay más chances curativas, personas que están internadas por largas semanas y hasta meses, pero siguen con esperanza.
Muchos de ellos me han enseñado todo lo que estás leyendo en este artículo.
Incluso he visto que la esperanza no es lo último que se pierde (contrario a lo que suele decir la frase célebre “la esperanza es lo último que se pierde”), sino que aún en el final de la vida no se pierde la esperanza. ¿Por qué? Porque fuimos creados para vivir y vivir en abundancia.
Esta esencia está en el corazón del ser humano y su búsqueda por concretar esas esperanzas está siempre presente.
Aun cuando ya no había expectativas de vida, he visto pacientes sostenerse en la esperanza de que su familia estaría bien, la esperanza de que su legado perduraría, la esperanza de que el dolor se acabaría o la esperanza de la vida eterna.
He visto gente enlutada triste, pero esperanzada en que un día volverían a reencontrarse con sus seres queridos, cuando Jesús vuelva.
Así es como, lo natural al ser humano, es que éste siempre espera algo.
Sin embargo, puede ser que en este momento alguien que lee este artículo se sienta desesperanzado.
Si ese es tu caso, quizás te sientes desahuciado o que en cierto punto has perdido la esperanza.
Tal vez son días de resignación para ti. Es importante que sepas que, aunque, probablemente hay muchas cosas que no vas a poder cambiar, hay muchas otras que sí.
Algunas de esas cosas que no se pueden cambiar hay que aceptarlas y seguir por otro camino, pero no te resignes, resignarse es como cruzarse de brazos y quedar estancado.
Más bien concéntrate y trabaja en aquellas cosas que sí puedes cambiar. Sé que no es fácil, pero es necesario aferrarse de la esperanza.
Algunos se aferran de su familia, del trabajo, del dinero, de la vida misma. En mi caso, como te conté al principio, mi esperanza está puesta en Dios.
¿Por qué? Porque, aunque se que hay muchas cosas que puedo lograr por mí misma, la verdad es que nada de lo que deseo alcanzar podría hacerlo si Dios no me ayudara.
Mi esperanza consiste en que la impotencia del ser humano se aferra de la potencia de Dios.
Alimenta tu esperanza
- Celebra los logros de cada día, aunque sean pequeños, agradece por ellos. La gratitud fomenta la esperanza y la felicidad.
- Ora a Dios por tus deseos, metas y planes. Puedes contarle a Dios con tus palabras lo que esperas y anhelas. Además, es muy importante que le pidas que se haga su voluntad porque él sabe cuál es la mejor forma de guiar tu vida.
- Cuida lo que consumes, miras y escuchas. Este punto es fundamental ya que todo lo que miramos, escuchamos o hablamos genera una influencia sobre nosotros que puede ser tanto perjudicial como beneficiosa. Procura mirar, escuchar y hablar cosas que fomenten la esperanza.
- Se perseverante. Aunque hayan situaciones que no salen bien a la primera, a la segunda o a la tercera, no te des por vencido. Persevera. Pero no te sobrexijas. Persevera en lo que puedas respetando tus propios límites (que son necesarios para tu bienestar).
Deseo de corazón que vivas lleno de esperanza. Y aunque hay cosas que tienen sus tiempos y existen aquellos momentos cuando desesperamos, no olvides que hay un Dios en los cielos que puede ayudarte.
Siempre hay esperanza. Aún en la misma muerte podemos esperar en aquel día cuando Dios colme finalmente nuestras mayores esperanzas.
Que Dios te llene de su esperanza.
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