Con demasiada frecuencia juzgamos los motivos de quien deja de existir por voluntad propia.
Muchos tienen el coraje de atentar contra su vida. Otros, simplemente se dejan llevar por la corriente del desamor, la anhedonia, la apatía, rodando sin rumbo por los senderos tortuosos de la vida.
De una u otra forma hay un factor común: La vida ha perdido el sentido de ser vivida.
Decía Gustavo Adolfo Bécquer:
“No son los muertos los que en dulce calma
la paz disfrutan de su tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía”.
Ojalá entendamos todos que ni muere necesariamente quien repudia la vida, ni vive precisamente quien la ama y disfruta intensamente.
Diferencia entre vivir y existir
Hay quienes sufren en silencio su existencia y por respeto a sus principios continúan como barco a la deriva.
Hay quienes aman tanto vivir, sin embargo, van como remando contra la corriente en un ejercicio constante que duele, desgasta, agota, y por el mismo amor por la vida deciden renunciar a ella.
Decía el filósofo René Descartes: “pienso, luego existo”. Creo que la cuestión no pasa realmente por amar o no la vida, sino por ser plenamente conscientes de ella y comprometernos con la misma.
No es tragar la vida a bocados grandes, es digerirla y disfrutarla bocado a bocado.
No es seguir remando, sino hacerlo con ganas, con entusiasmo.
No es avanzar lo más rápido posible, es ser conscientes de cada paso y agradecidos por los logros obtenidos.
¿Te has dado cuenta de cómo corremos y corremos detrás de responsabilidades, compromisos, fechas límite, logros, mejoras, desafíos de todo tipo sin detenernos a tomar consciencia de lo que significa todo aquello, o peor aún, de lo que nos está costando?
¿Qué sentido tiene todo lo que haces si en el camino pierdes el sentido mismo de la vida?
¿Qué valor tiene tanto esfuerzo cuando pierdes tiempo valioso con quienes amas, la capacidad de disfrutar de cosas sencillas, y hasta tu salud física, mental y espiritual?
¿Cómo encontrar o recuperar el sentido?
Tal vez veas hoy tu propia existencia en tonalidades de grises, vacía y sin sentido.
Todos lo hemos experimentado alguna vez en mayor o menor grado. Has perdido el sentido, el norte, el entusiasmo, el disfrute.
Tus preguntas son: ¿Por qué hago todo esto? ¿Para qué tanto trabajo? ¿Qué gano con todo lo que estoy haciendo? O, más bien ¿Qué pierdo?
Te invito a imaginar que te quedan solo 24 horas de vida. Piensa:
¿Con quién o quienes te gustaría disfrutar esas horas? ¿Qué te gustaría hacer? ¿Dónde te gustaría estar? ¿Qué legado te gustaría dejar en las personas que amas? ¿Qué cosas definitivamente estarían de sobra en esas últimas 24 horas?
Si, si, entiendo que debemos trabajar para ganarnos la vida, entiendo que hay responsabilidades y compromisos que cumplir.
Nadie lo pone en duda. Pero es necesario que tomes conciencia de que mucho por lo cual estás hoy luchando y desgastándote no lo llevarás contigo y definitivamente no marcará la diferencia cuando te vayas.
“Pienso, luego existo”. Es necesario no solo pensar sino tomar conciencia no solo de tu día a día, sino de cada minuto y de cada hora, de cada actividad, de cada pensamiento, incluso de las cosas que pasan a nuestro alrededor buscando el disfrute hasta de las cosas más sencillas.
No dejes que la vida simplemente se te escurra como agua entre los dedos. Para. Piensa. Toma conciencia.
Observa con todos tus sentidos.
Mira la vida con curiosidad.
Observa a las personas con amor y comprensión.
Mira hacia adentro tratando de entenderte y comprenderte.
Oye con el corazón.
Siente y deja que tu piel absorba la tibieza del agua de la ducha.
Disfruta el aroma de las flores y el canto de los pájaros.
No tragues, por favor. Mira tu plato de comida dejando toda distracción de lado y comienza a digerir con la vista, luego con el olfato, y finalmente trata de distinguir los sabores uno a uno.
Tómate el tiempo. Tómate el tiempo de vivir, y que ese vivir no sea mera existencia, sino que se transforme en vida plena.
Porque no se trata solamente de seguir remando, sino de hacerlo con ganas.
Hoy te desafío a:
- Ser consciente
- Comprometerte con tu existencia.
- Proponerte a ti mismo hacer que valga la pena cada minuto de tu vida.
“El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10: 10
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