Eran las cuatro de la tarde, la secretaria me llamó porque una de las enfermeras percibió que su paciente podría estar angustiada por sus permanentes hemorragias y el avance de su enfermedad. A los pocos minutos me encontraba llamando a la puerta de la habitación donde estaba internada. Al ingresar me sorprendí de ver un rostro sonriente y pacífico. Ana me recibió amablemente y me invitó a tomar asiento. Después de algunos minutos de conversar me dijo con total serenidad: “Yo tengo una enfermedad terminal. Pero estoy confiada en Dios, estoy feliz. Ya le dije al Señor que haga su voluntad en mí”. Quedé impactada ante sus palabras y su actitud.
Otro día conocí a Carlos, un joven de 45 años que no lograba recuperarse de una infección. El mismo día que lo pasaron de la Unidad de Cuidados Intensivos a la sala común lo visité en la pieza unas dos horas más tarde. Estaba enojado, nervioso, ansioso con temor de regresar a la Terapia. Y así fue tal cual como sucedió. Esa misma noche requirió de mayor asistencia y debió ser trasladado nuevamente a la Unidad de Cuidados Intensivos.
Como vemos en estos relatos reales, la historia de Ana y Carlos son muy diferentes. Ana es una señora de aproximadamente 70 años, por lo que a simple vista pareciera, quizás nos podríamos plantear que ella es quien debiera estar nerviosa y enojada o con la necesidad de la Terapia Intensiva. Sin embargo, a pesar de su diagnóstico, ella es la que se encuentra en paz, con una sana salud espiritual.
¿Qué es salud espiritual?
La Organización Mundial de la Salud define la salud como:“el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Esto quiere decir que el sufrimiento no se reduce solo a las cuestiones del cuerpo físico sino a todo el ser: espíritu, mente y cuerpo. Y cada área influenciará sobre la otra de manera positiva o negativa dependiendo del cuidado que se tenga.
Muchas veces las enfermedades u otros problemas de la vida traen un paquete de factores que afectan en todo sentido: el malestar, las sospechas, el diagnóstico, los síntomas crecientes, los tratamientos, el miedo, la vergüenza, el aislamiento, la dependencia, el cansancio, las falsas esperanzas. Al punto que en muchos casos se convierten en una abrumadora cadena de pérdidas que a menudo excede la capacidad de afrontamiento: cuando ya ha aceptado una pérdida, aparece otra que asimilar e integrar. Por lo tanto, es esencial considerar a la persona desde todas las áreas de su salud ya que la enfermedad no actuará solamente sobre lo físico sino también a nivel espiritual y emocional.
Cuando hablamos de la salud espiritual nos referimos a la búsqueda de significado, propósito y sentido en la vida. No importa de qué religión seas o ni siquiera si profesas una religión, sea cual sea tu creencia, tienes necesidades espirituales que buscan respuestas ante preguntas tales como ¿Cuál es el propósito de mi vida? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué pasa después de la muerte? Cuando estas preguntas tienen las respuestas adecuadas, puedes experimentar paz, plenitud, esperanza y consuelo para afrontar los momentos más difíciles, de tal modo que hasta puede mejorar tu sistema inmune. Alcanzar este estado de fortaleza espiritual será sumamente significativo en la recuperación de la salud o el bienestar integral.
Necesidades espirituales
La autora estadounidense Elena G. de White menciona respecto a Jesús que él “trataba con los hombres como quien deseaba hacerles bien. Les mostraba simpatía, atendía sus necesidades y se ganaba su confianza”. A la hora de acercarnos a aquel que sufre con simpatía y con el deseo genuino de atender sus necesidades, toda persona, ya sea un profesional de salud, un familiar, un amigo, un conocido o simplemente gente que desea apoyar, debe tener en cuenta que no debemos presuponer cuál es la necesidad o qué es lo que lo hace sufrir. Necesitamos despojarnos de los prejuicios, preconceptos y presuposiciones y escuchar a la persona atentamente al punto de empatizar con su sufrimiento y acompañarlo en él.
Durante la escucha atenta del diálogo con el enfermo, el acompañante puede detectar las necesidades y ayudar no sólo a reducir el malestar espiritual sino también promover el bienestar espiritual. Esto requiere atención, paciencia y respeto por los tiempos que se tome la persona enferma.
A continuación les presento una serie de necesidades espirituales generales que son claves identificar y satisfacer a fin de gozar de salud espiritual:
- Amor: Todos tenemos la necesidad de amar y ser amados. Esta engloba todas las demás.
- Personal y relacional: Todo ser humano tiene la necesidad de ser reconocido como persona. Esto requiere respeto por sus pensamientos, sentimientos y decisiones. Reconocer su identidad, sentirse útil, capaz de tener el control de sus asuntos. En otras palabras, darle su valía integral.
- Sentido: como dijo Victor Frankl: “el ser humano no se destruye por el sufrimiento, sino por sufrir sin sentido”. Es la necesidad de todo ser humano hallarle el sentido a la vida aún incluso cuando llega la hora de partir. Sobre todo, ante el dolor total y la cercanía de la muerte, encontrar el sentido, el significado o un propósito es espiritualmente sanador pues renueva la esperanza y promueve una actitud capaz de afrontar de manera positiva las dificultades.
- Esperanza: muy relacionado con la búsqueda del sentido, la esperanza o desesperanza influencian a gran escala en el bienestar de la persona puesto que otorga la oportunidad de resignificar los sucesos de la enfermedad o del problema que esté atravesando y se convierte en una fuente de crecimiento personal.
- Valores morales: es posible que, si la persona no ha sido coherente con sus propias creencias o valores, sienta culpa o remordimiento. En cambio, cuando toma decisiones en favor de sus valores y/o creencias fomenta la paz interior, es decir, una conciencia tranquila. Por ejemplo, necesita liberarse de la culpa y hallar alivio en el perdón.
- Emociones: la espera que vivencia la persona que sufre es un mundo de sensaciones y sentimientos encontrados. Necesita urgente expresar su angustia por la enfermedad, su miedo ante la muerte, la incertidumbre sobre el futuro de su familia, o incluso puede ser que en realidad esté experimentado una paz espiritual que es significativo visibilizar y alimentar.
- Religiosidad: indiferentemente de su religión o práctica espiritual, la persona enferma puede sentir la necesidad de expresar sentimientos y vivencias religiosos. Puede desarrollar su espiritualidad a través de la práctica de sus creencias ya sea en fortalecer su relación personal con Dios, la coherencia entre fe y vida o en forma individual y/o comunitaria, por medio de ritos y celebraciones.
¿Cómo puedo tener buena salud espiritual?
Alcanzar bienestar espiritual es un proceso que dependerá de suplir las necesidades espirituales recién mencionadas. Como todo proceso requiere tiempo y esfuerzo. Y dependerá de la experiencia personal de cada uno.
Sin embargo, hay algunos consejos prácticos que quiero recomendarte:
- Fe: se trata de confiar y creer aun cuando no entendamos el porqué o no logremos visualizar lo que viene. Este elemento es esencial pues la esperanza se nutre de la fe.
- Oración: háblale a Dios con un corazón sincero. Cuéntale tus preocupaciones, tus enojos, tus angustias y también tus alegrías. Puedes hacerlo donde sea que estés, a la hora que sea, en la forma que puedas; basta que lo hagas sinceramente.
- Religiosidad: expresa tu fe en las prácticas religiosas que profesas. Puede ser desde acudir a la iglesia como en poner en práctica tu sentido de misión.
- Ayuda: Pide ayuda a personas de confianza ya sea entre tu familia, amigos, conocidos e incluso a profesionales como un médico, un psicólogo, un capellán, un pastor, etc. No te quedes solo en esto. Todos necesitamos ayuda en algún punto.
- Servicio: ayudar a los demás es fundamental para sentirnos bien. Busca donde estés a alguien a quien apoyar. Puede ser desde una ayuda material hasta simplemente un oído que escuche y acompañe.
- Gratitud: agradece por lo poco o mucho que tienes. Agradece a aquellos que han estado siempre allí o simplemente agradece por esos actos pequeños de la vida que hacen la diferencia. Pregúntate ¿qué haría si no tuviera esto en mi vida o a esta persona? La gratitud renueva el espíritu y nos ayuda a estar satisfechos.
Por lo tanto, si quieres gozar de salud espiritual para tener paz y fortaleza aun en medio de las pruebas de la vida, te invito a que ames, creas, sirvas, agradezcas, no te aísles, busca ayuda y sobre todas las cosas busca a Dios con tu corazón. Él prometió “Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón” (Jeremías 29:12,13).
Columnista: Soledad Marisol Araujo, Capellana del Sanatorio Adventista del Plata
Bibliografía
Hurtado, Ricardo et. al. «La conexión mente-cuerpo-espíritu: Y sus efectos en la promoción de la salud de los pacientes oncológicos». Revista Venezolana de Oncología 18, n° 1 (2006): 28 – 37.
Melgosa, Julián. Salud mental y emocional. Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2010.
White, Elena. Ministerio de la Curación. Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007.
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