No es ajeno a ninguno de nosotros que la realidad, el día a día, viene cargada de responsabilidades y que incluso llegan a ser más pesadas de lo que nuestro físico logra resistir.
Si a eso le sumamos que pueden surgir problemas de salud, con síntomas específicos, la cuestión puede tornarse tan difícil de sobrellevar que aturde y enferma.
En este marco de situación detengámonos a pensar por qué hay personas que son fácilmente derrotadas física y emocionalmente por el entorno, y por qué razón otras personas, en medio de enormes problemas, logran tener esa actitud a la que poéticamente llamamos “cantar y bailar bajo la lluvia”. ¿Hay factores que nos facilitan esto de encarar la vida de manera más saludable y feliz?
Todos enfrentamos el día con una actitud
La vida se vive siempre en presente, en tiempo presente. La vida es ahora, es hoy. Así que lo primero que tendríamos que buscar es si hoy tenemos razones reales para no estar bien. Y ese “bien” no significa que debemos estar al 100% de nuestras capacidades y felicidad, pero sí en un estado de tranquilidad y control de las situaciones que resulte saludable.
A veces efectivamente hay razones para que no nos sintamos bien anímicamente, pero si observamos de manera práctica y real, posiblemente descubramos que no hay una razón hoy, presente, para no estar bien.
Entonces un primer paso sería identificar qué cosas o situaciones de un tiempo pasado aún son motivo de mis tristezas presentes. Puede resultar que en mi cabeza estén instaladas cientos de razones por las cuales mi actitud es pesimista cuando miro hacia el futuro; y además es la actitud con la cual estoy transitando el presente.
Sin darnos cuenta, casi de manera automática, todos enfrentamos el día con alguna actitud. En algunas personas es bastante similar, casi igual un día u otro; en otras se nota mucho cuando “está bien” o cuando “está mal”. Pero de entre el gran conjunto de personajes que todos somos, destaco a quienes deciden enfrentar el día con una actitud saludable. Es una actitud que trasciende cualquier situación del presente, que tampoco padece las circunstancias del pasado y que mira con esperanza el futuro.
Marcas y cicatrices del pasado
Esto de padecer las circunstancias del pasado merece que le dediquemos un párrafo aparte, porque es una constante en la vida de todos, o por lo menos de la gran mayoría.
Es inevitable que la vida me haya ido dejando marcas y cicatrices que pueden seguir doliendo. Incluso recuerdos de cosas vividas como muy buenas en su momento, hoy pueden significar tristeza: recordar la mesa familiar en la que nos reuníamos todos, y hoy somos poquitos y ni nos reunimos; o el abuelo que ya no está, o la mamá que ya no me reconoce porque tiene una enfermedad avanzada.
Todas son cargas tan palpables que pueden llegar a doblegar hasta al espíritu más noble y fuerte. Así que aligerar un poco el equipaje de mi cabeza, de recuerdos, hará que no haya un exceso de pasado en mi presente.
Si permitimos ese exceso de pasado, bastará con que la vida hoy se me presente con algún problemita, para que ya se desencadene un proceso de tristeza, depresión y angustia que deviene en un montón de consecuencias para la salud personal, y también repercute negativamente en la vida de quienes nos rodean.
¡Lo cierto es que al pasado no podemos cambiarlo!, lo que sí podemos hacer es pensarlo de otra manera, tener una actitud frente a mi ayer que no permita que mi presente se vea afectado.
Hoy y solo hoy, porque la vida pasa ahora en un puñadito de horas, puedo mirar con otros ojos a lo que ya pasó, para que todo eso que ya pasó (sea bueno o malo) no me torture en el presente. Entonces cuando me levante, vaya a trabajar o lo que sea que me toque hacer hoy, pueda decir con toda sinceridad: ¡buen día!
Entonces, ¿Cuál es la actitud correcta?
En esta actitud que adoptamos para enfrentar el día entran en juego también los hábitos, y cuando hablamos de hábitos no nos referimos solamente al buen comer, hacer ejercicio, dormir adecuadamente ¡todo eso que está muy bien!, un hábito que determina la actitud con la que encaramos el día a día es: ser agradecidos.
La gratitud ¿sabías que es un hábito? La Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard realizó un estudio científico referido al valor terapéutico, sanador, de la gratitud. Entre las conclusiones resulta muy interesante encontrar que los resultados muestran que las personas que optaron por “vivir y pensar en modo gratitud” encarando la vida con todas las cosas (buenas y malas) que trae inevitablemente, tienen una mejor calidad de vida.
Aún entre quienes no gozaban de buena salud física, por padecer problemas crónicos, la actitud de ser agradecidos por lo que sí tenían les permitía vivir un día a día mucho más pleno. Realmente sonreían más.
La gratitud es una forma de pararse frente a la vida. Tiene tanto efecto terapéutico en lo personal y en lo relacional que es capaz de modificar el modo en que comenzamos a percibir nuestro entorno.
Posiblemente hayamos estado tanto tiempo parados en la “zona triste”, o resentidos por algo del pasado, que ahora nos cueste un poco cultivar el hábito de ser agradecidos, pero realmente vale la pena iniciar el proceso de tener este nuevo buen hábito.
Porque es sanador, es capaz de cambiar lágrimas por sonrisas, incluso frente al dolor y las pérdidas. Comencemos a practicar hoy esto de ser agradecidos por lo que tenemos, en lugar de renegar tanto por lo que nos falta. Así estaremos viviendo un hoy mucho más saludable y veremos el mañana con una sincera y esperanzadora sonrisa.
Lic. Daniel Wengrovsky, SANATORIO ADVENTISTA DEL PLATA
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